(La información es de Ignacia Munita C., Emol
Ya sea cobre o níquel para la fabricación de baterías, cobalto para la confección de automóviles eléctricos o manganeso para la producción de acero, tanto las tierras como los metales raros son necesarios en numerosos ámbitos, especialmente a propósito de la transición energética. La ecuación es simple: la demanda aumenta, pero al mismo tiempo, los recursos son cada vez más escasos en el globo.
Según diversas estimaciones, en solo tres años se necesitará el doble de litio y un 70% más de cobalto que en la actualidad.
Es por ello que, para llenar un eventual vacío, algunos países y empresas han apostado por explotar minerales estratégicos desde las profundidades del mar. La minería submarina consiste en el proceso de extracción de sustancias químicas naturales de los fondos submarinos por debajo de los 200 metros y hasta varios kilómetros de profundidad.
La creciente demanda de materias primas y el agotamiento de muchos de los depósitos terrestres ha provocado que, en los últimos años, una cantidad importante de firmas y naciones hayan puesto su atención en los océanos.
Lo anterior ha derivado en que la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés) lleve más de una década intentando fijar una normativa y plazos para regular una actividad que pareciera estar cada vez más cerca de hacerse realidad.
La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos es un organismo formado por 167 estados y la Unión Europea que cuenta con una doble misión: controlar el desarrollo de cualquier operación relacionada con recursos minerales en los fondos marinos internacionales y proteger los ecosistemas de dichos fondos en áreas más allá de la jurisdicción nacional.
De acuerdo con los datos de la entidad, a la fecha se han concedido 31 contratos de exploración de los recursos mineros marinos. Básicamente, con ellos lo que se busca son nódulos polimetálicos, que abundan en las llanuras abisales del Pacífico, además de sulfuros polimetálicos, y zonas de corteza rica en cobalto. En total, las zonas de exploración ocupan más de 1,5 millones de kilómetros cuadrados, es decir, tres veces España.
Es importante precisar que el 96% de las reservas de cobalto del mundo, el 84% de las reservas de níquel y el 79% de las reservas de manganeso -elementos cruciales para la elaboración de baterías, generadores eólicos y los paneles fotovoltaicos- se encuentran en los yacimientos submarinos.
Sobre esto, Gustavo Lagos, académico del Departamento de Ingeniería en Minas de la Universidad Católica, comentó a Emol que «hay algunos elementos que son abundantes en los océanos, y al extrapolar a costos comparables a los que se extraen directo de la corteza terrestre, estos elementos tendrán prioridad en su explotación».
Asimismo, expuso que «hay muchos países que no tienen reservas de metales y elementos salvo los que pueden acceder en el mar. Veremos a muchos de estos países intentando explotar los océanos».
Por su parte, el director ejecutivo de la Asociación de Proveedores Industriales de la Minería (Aprimin), Sergio Hernández, quien además en su momento representó a Chile ante la ISA, explicó que «la minería en aguas subterráneas tiene bastante relevancia para los países consumidores de minerales críticos, porque sabemos bien que la demanda por la electromovilidad para la transición energética va a ser superior a la oferta de niveles terrestres».
«Eso es una muy buena noticia para países como Chile, productores de cobre y litio, cobalto, que son minerales críticos, por eso los países consumidores de minerales están tan interesados en aumentar la oferta, y la están buscando hace muchos años en los fondos marinos», añadió.
El doctor Pablo Rojas, biólogo marino e investigador de la Universidad Autónoma, plantea que «las aguas profundas albergan depósitos de minerales y metales preciosos, como cobalto, níquel, cobre y manganeso, que son esenciales en la fabricación de tecnología moderna, baterías de vehículos eléctricos y equipos electrónicos».
«Es importante destacar que la minería en aguas profundas también plantea desafíos significativos en términos de viabilidad técnica, impactos ambientales y sociales. La extracción de minerales en estas zonas conlleva riesgos para los ecosistemas marinos y la biodiversidad, lo que ha generado preocupación y debate en torno a su desarrollo responsable», acotó.